Hay obras que no necesitan gritar para conmover. Basta un gesto, una mirada o un beso para que toda una época se despliegue ante nuestros ojos. Tal es el caso del montaje de Barraca Teatro bajo la dirección y dramaturgia de Daniel Galeano: a partir de una adaptación libre y profundamente emotiva de la obra de Fernando Molano, que se sumerge en el universo adolescente con una honestidad brutal y una sensibilidad conmovedora.
Ubicada en la Bogotá de los años 80, la historia de Felipe y Leonardo escapa del tono nostálgico fácil para ofrecer una mirada precisa y luminosa sobre lo que significaba amar en secreto en una sociedad que apenas comenzaba a reconocer —y a rechazar violentamente— las diferencias. Más allá de los guiños culturales (la música de Mecano, los partidos de fútbol, la poesía, la bebida, el sexo), el relato funciona como una cápsula del tiempo que, sin embargo, resuena con las violencias actuales hacia las disidencias sexuales.
El texto de Galeano, inspirado en la delicadeza de Molano, logra captar la ternura del descubrimiento amoroso sin caer en la cursilería. Hay un pulso poético que atraviesa cada escena, donde el lenguaje corporal es tan importante como el verbal. Los silencios, las pausas, las miradas robadas, se vuelven gestos sociales en un entorno donde dos adolescentes deben negociar su deseo en medio de la presión colegial, las expectativas familiares y el temor constante a la exposición.
El beso —ese gesto aparentemente mínimo— se vuelve aquí un acto de detonación. Es el paso entre la amistad y el amor, entre la infancia y el deseo, entre el mundo que se conoce y el que se teme. Galeano convierte ese momento en eje narrativo y simbólico, mostrándonos que, en sociedades machistas y represoras, los afectos no son nunca inofensivos.
La puesta en escena sigue la estética de Barraca: sobria, directa, cargada de emoción, sexualidad y sin concesiones. El elenco juvenil conformado por Dumar Sabogal, Daniel M. Vargas, Daiana Sabogal, Julián Cruz, Brandon Ochoa, Daniel Galeano y la agraciada Tatiana Rodríguez, todos transmiten autenticidad y vulnerabilidad, permitiendo que, el espectador se sienta parte de esa cotidianidad colegial donde las reglas no dichas marcan el ritmo de lo que se puede o no se puede sentir. Hay un tratamiento respetuoso y valiente del amor entre hombres y mujeres jóvenes, sin idealizaciones, pero también sin vergüenza.
El trabajo de Galeano y Barraca Teatro vuelve a demostrar porqué son una compañía fundamental en el panorama escénico colombiano: porque no temen volver al pasado para tocar las fibras del presente, porque saben que la memoria también se construye desde el amor, y porque insisten en contar historias que aún duelen, pero que también sanan el alma.
Y sí. Este montaje no sólo nos recuerda lo que fuimos o lo que pudimos haber sido cuando éramos adolescentes, sino lo que todavía muchos no se atreven a decir en voz alta. Y por eso, es profundamente necesario.
En conclusión: El Beso de Dick se alza como una obra plena, que logra decirnos cosas importantes, incluso cuando no son las verdades que esperamos oír al sentarnos frente al escenario. Se trata de una propuesta escénica sólida, honesta y profundamente necesaria, que recomiendo ver sin reservas.
En Barraca Teatro continúa latiendo un teatro de género vivo, valiente, y cargado de un imprescindible acento reflexivo. ¡Una experiencia que merece ser vivida!